Tercera semana de Adviento: ¡Moveos! Id y anunciad con alegría lo que oís y veis
Sant 5,7: “Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca.”
Mt 11,4: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los sordos oyen…”
EVANGELIO
Lectura del evangelio según san Mateo (Mt 11,2-11)
En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: «¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» .
Jesús les respondió: «Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!.
Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.” Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él».
Anunciar lo que estáis viendo y oyendo, en presente, nos dice Jesús (Mt 11,4). Ser testigos supone saber mirar y saber escuchar. “Tened paciencia manteneos firmes…” (Sant 5,7). Aquí Santiago nos está dando pistas. No se trata de escuchar al que más grita, al más fuerte, no mirar sólo a lo que más nos deslumbra, sino saber ver entre destellos y oír entre gritos. Sólo cuando estamos durante tiempo mirando un paisaje, un cuadro… vemos los pequeños detalles; sólo cuando sabemos callar un buen rato somos capaces de escuchar sonidos, voces que nos pasan desapercibidos. Paciencia y firmeza.
Anunciar que Dios actúa silenciosa pero tenazmente, que nuestra cobardía de corazón es una realidad que frena y dificulta, que nos hace sordos y ciegos, pero que en Jesús nuestra ceguera y sordera tiene curación.
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