Jueves 28 de abril 2022

"El que Dios envió habla las palabras de Dios" (Jn 3,31-36)

Señor Jesús, me encantan tus palabras. No siempre las entiendo bien. No siempre me vienen bien cuando las leo. No siempre tengo el corazón dispuesto para acogerlas. No siempre me calman, sino que me ponen en tensión. No siempre son lo suaves y superficiales que me gustaría. No siempre me sientan bien porque ando en otros discursos. Pero sé que eres el que Dios envió y hablas las palabras de Dios. Y eso me basta.

 

Señor Jesús, junto a mi propia debilidad y a mi elección de palabras cómodas y apropiadas para mí (eso pienso yo), reconozco que tienes palabras que me conmueven y en mí funcionan como revulsivo, me activan y me sitúan en salida. Tú hablas de cuidar, de cuidado, de estar atentos, de no desentendernos de nada, de no practicar la indiferencia, de estar cerca, de acompañar, de permanecer junto a los demás, también cuando nuestra presencia parece no servir para nada, de apoyar y velar junto a los otros. Hazme a mí también una persona de cuidado.

Señor Jesús, tú hablas de amar, pero de amar sin condiciones, sin calendario, sin tener presente el rostro del que necesita ser amado. Hablas de un amor sincero, sin fronteras, de un amor que da la vida por amor, de un amor que puede con todo y del que nada ni nadie podrá separarnos de él. Hazme a mí también una persona de amor, enamorada de los otros en tu nombre.

Señor Jesús, tú hablas de servir, de vivir gratuitamente la vida y de estar dispuestos y disponibles para los otros las 24 horas. Hablas de ponernos de rodillas para, ceñida la toalla, lavar los pies. Hablas de ponernos el delantal y practicar ese abajamiento que nos hace grandes, ese servicio que dignifica y restituye dignidades. Hablas de besar los pies y de que se es más feliz cuanto más se ama y se sirve. Hazme a mí también una persona servicial.

Señor Jesús, tú hablas de perdonar, de ser capaces de comenzar siempre de cero ante el mal, el pecado y la omisión de los otros. Hablas de perdonar como también nosotros somos perdonados por ti. Hablas de dar oportunidades, de ser posibilitantes, de llevar a gala lo de dejar que cada uno pueda ser la mejor versión de sí mismo. Hablas de la felicidad que sentimos cuando nos dices “tus pecados son perdonados, anda e intenta vivir en verdad”. Hazme a mí también una persona de perdón.

 

Señor Jesús, tú que hablas las palabras de Dios, hazme a mí palabra viva de Dios. Así te lo pido. Así sea

Oscar Alonso Peno

Responsable Área Pastoral FEC

 

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